Desde el equipo de Alianza Corresponsable nos sumamos al Día de la Igualdad Salarial a fin de reivindicar condiciones socialmente justas para las mujeres, no sólo comprendiéndolas como la participación formal en el ámbito de empleo sino como resultado de un cambio estructural de la cultura machista que continúa reproduciendo la división sexual del trabajo.
Aunque pueda resultar un concepto caduco, el hecho de que se asuma como natural la reproducción en la asignación de competencias relacionadas con el ámbito de cuidados o doméstico entre las mujeres, traslada el concepto de que aquello reproductivo, es el espacio social que, como principal ocupación, deben defender; mientras que el trabajo productivo, es decir, la injerencia en los asuntos de alcance público correspondería, por el contrario, a los hombres como sujeto central en la provisión de recursos materiales.
En tanto los conceptos operan, el traslado de esta idea a la práctica supone que este descargo en las mujeres, así como los valores moralmente deseables que han venido representando su figura social, las sitúe sistemáticamente en una posición denostada cuando se trata de disputar, en igualdad de condiciones, sus posibilidades de participación activa en el tejido socio-productivo, y por tanto, de la emancipación de (su) género.
De ahí, que en porcentajes comparativamente más elevados que los hombres ocupen trabajos más precarizados o con menores niveles de responsabilidad, y por tanto, dispongan de peores condiciones retributivas y/o tiempo para sí mismas; o lo que es lo mismo a la inversa; que dependan más económicamente de sus parejas y que su disponibilidad esté sujeta a las necesidades de otras personas.
Igualdad salarial
En esta línea, y comprendiendo que la fenomenología social, especialmente aquella que actúa de forma connivente con las lógicas del poder económico, no se restituye aleatoriamente; resulta absolutamente necesario recordar que aquellos sujetos a los márgenes (que no necesariamente marginales) adopten una posición determinada en lo que refiere a la defensa de sus intereses legítimos.
En este sentido, el movimiento feminista como corriente de pensamiento crítico, debe trabajar, desde proyectos como el presente, y como línea prioritaria, en la transferencia de conceptos que si bien ahora son paralelos a la cuestión retributiva, incidan en la realidad material de las mujeres. No se pretende trasladar con ello una imagen instrumental de lo que la causa feminista defiende, si bien sí pretende subrayar que muy particularmente la cuestión económica, entendida como medio de libertad material, resulta en un contexto como el contemporáneo, una cuestión decisiva para la soberanía de las mujeres.
Y que las mismas, como sujeto subordinado, deben conocer en toda su realidad, como recurso para impulsar, al amparo de políticas socialmente democráticas, actuaciones efectivas en su ámbito privado; considerando a este respecto, la dificultad añadida que esta área representa a tenor de la marcada socialización de género que dicho espacio simboliza.
En última instancia, tal como se recoge en líneas anteriores, la brecha salarial es una de las manifestaciones más claras de la división sexual del trabajo y por tanto de la diferencia a la que nos arroja un sistema completamente generizado, y que ni surge de forma fortuita ni comprende causas distintas que las (convenientemente) excluyentes.
De este modo, y aun cuando se hayan corregido sus niveles en los últimos años a consecuencia de la aplicación de políticas efectivas en materia de igualdad en el ámbito laboral, no comprendemos, aunque lo celebremos, que sea suficiente con mejorar ligeramente esas estadísticas, sino que reivindicamos un cambio transversal, estructural y definitivo en todos aquellos ejes funcionales a la discriminación sexual y por razón de sexo, y muy específicamente, considerando la conmemoración del día de hoy, la necesaria práctica de la conciliación corresponsable.
“Todavía me hace falta escuchar a un hombre pedir consejo sobre cómo combinar el matrimonio y una carrera” (Gloria Steinem).