El Género en Disputa” (1999), tantas veces referenciado desde Diverses, incluye como parte de su prefacio las siguientes líneas, que en el Día Internacional de la Bisexualidad queremos compartir a fin de contribuir a la visibilidad del colectivo LGTBIQA+ y enfatizar las consideraciones sociales y políticas que comprenden estas reivindicaciones. 

Dice Judith Butler:  

“Sigo albergando la esperanza de que las minorías sexuales formen una coalición que trascienda las categorías simples de la identidad, que rechace el estigma de la bisexualidad, que combata y suprima la violencia impuesta por las normas corporales restrictivas. Desearía que dicha coalición se fundara en la complejidad irreducible de la sexualidad y en sus implicaciones en distintas dinámicas del poder discursivo e institucional, y que nadie se apresurara a restar poder a la jerarquía y a negar sus dimensiones políticas productivas. Si bien pienso que ganarse el reconocimiento de la propia condición como minoría sexual es una ardua tarea en el marco de los discursos dominantes del derecho, la política y el lenguaje, sigo considerándolo una necesidad para sobrevivir”. 

Comprendemos así que la autora no sólo está exponiendo un discurso teórico sobre cómo operan las condiciones sexuales o generizadas y el impacto diferencial que esto genera sobre la norma cultural; sino que exclama, al final, la consideración imperativa de lo mismo para poder sobrevivir.

Añadiríamos a lo dicho, que el estigma que vincula en este caso de forma concreta a la bisexualidad, supone una marginalidad sexual concreta que imposibilita vivir bajo una condición de agencia plena.  

Así, no aleatoriamente, en su capítulo 1 («Sujetos de sexo/género/deseo»), expresa:

“La «unidad» del género es la consecuencia de una práctica reguladora que intenta uniformizar la identidad de género mediante una heterosexualidad obligatoria. El poder de esta práctica reside en limitar, por medio de un mecanismo de producción excluyente, los significados relativos de «heterosexualidad», «homosexualidad» y «bisexualidad», así como los sitios subversivos de su unión y resignificación”.

¿Podemos interpretar entre líneas que la identidad es una performance aplicada a cualquier categoría sexual o de género?; ¿de ser así por qué discrimina entre unxs sujetxs determinadxs?; ¿no es la heterosexualidad, desde este abordaje, otra ficción?; ¿qué evita que la exclusión aplique para la misma?; ¿es la bisexualidad un elemento instrumentalizado por el poder discursivo e institucional, tal como apunta la autora, susceptible de generar una marginalidad potencial mediante narrativas de odio?; ¿hasta cuándo la disidencia debería continuar arrojada a ser disidencia y no norma?

 

CONCLUSIÓN…

 

Resulta evidente que en Diverses apoyamos los derechos en materia de diversidad LGTBIQA+ y que lo que se puede asumir como disidencias las equiparamos y legitimamos como necesarias luchas de reivindicación por la igualdad en un sentido amplio de agencia y ciudadanía plena; y asimismo, lo que se toma como excluyente lo equiparamos a valor democrático y social diverso. No obstante, os dejamos en abierto estas preguntas para saber qué opináis sobre ello o qué inquietudes y conflictos, de todo grado, os suscitan manuscritos tan referenciales como este.